Cuento para despedirse de un perro

Niño con perroAyer el perro del vecino me dijo que quería escapar al reino lejano de los caracoles, me pidió que lo ayudara con la reja ya que él no tenía pulgares. Mientras lo ayudaba me comenzó a doler el estomago, el perro llamó a una ambulancia, pero esta nunca llegó. De pronto sentí ganas de vomitar, vomité y eleve la mirada. Me di cuenta de que había vomitado mi corazón, lo vi tan adolorido en su sangre y me puse triste. Mi propio corazón me rechazaba, es que le había dado muchos suspiros injustos, es que me había enamorado muchas veces con el único fin de recibir amor, es que me había buscado una y otra vez que cuando me encontré dejé de ser yo.

Tome el corazón y junto con mi perro lo lleve a la consulta del doctor Gutiérrez. “Usted padece del maldad” me dijo el doctor Gutiérrez, “maldad consigo mismo, debido a que sus neurotransmisores no funcionan bien, usted deja que su pasado le contamine su presente, usted tiene una cita consigo mismo en el futuro y esa cita le angustia porque no sabe qué pasará”.

A la otra hora y 116 minutos me levante sin corazón, no salude a mi perro cuando desperté. Encendí el televisor, tome desayuno, me fui en el metro atestado de gente y no reclame, llegué a la universidad, me cobraron millones, no reclame, estudié, no me atreví a hablarle en el metro a la niña que encontré linda y me sonreía, no salude a mi perro cuando llegué, me metí al computador, encendí el televisor y me acosté. Me pareció que estuve así por años, creo que fueron 17 años, Y había cometido un gran error, el no tener corazón me hacía más dependiente de los Dioses imaginarios a los que temía. Y los más terrible era que había dejado de hablar con los perros..

Un día mi perro invito al doctor Gutiérrez a tomar once y me dijo “¿pero que le ha pasado a usted?, se ve tan pálido, ¿no me va decir que todavía no encuentra su corazón?” “doctor soy feliz sin mi corazón ya no sufro por amores, ni por los niños que se mueren de hambre en el mundo, ni por la guerra en Somalia, no me preocupo, yo ya deje de sentir, mi corazón se fue hace mucho a vagar por el desierto” de pronto de la boca del doctor Gutierrez salieron peces, muchos peces azules y dijo “qué clase de felicidad es esa que está fundamentada en la indiferencia, la felicidad esta en amar, pero amar bien con justicia, sin pedir algo a cambio, porque cuando damos experimentamos nuestra abundancia, si sigue así se convertirá en un mal para la humanidad y los animales, debemos aplicar la ciencia con usted inmediatamente”. Me llevaron de urgencia al hospital y contrataron a un detective para que buscara mi corazón.

Al otro día llegó una carta ensangrentada de mi corazón, me dijeron que no quería volver a mí, debido a que me había vuelto un esclavo de la sociedad. Y era verdad, cada día que pasaba las instituciones trataban más y más de dominar mi cuerpo, mi violín estaba cada día más callado. Los profesores castraban mi creatividad en nombre de la disciplina, y yo por miedo cada mañana me levantaba a trabajar por una mugre de dinero en vez de pasar tiempo con mi familia.

Con el tiempo ya no me atrevía a cantar mis canciones, estaba convencido de que yo era un mundo aparte del mundo, que los demás no eran más que una continuación de mi subjetividad, que jamás yo comprendería la realidad tal como es. Estaba solo, la gente me hablaba pero yo no entendía que querían decirme, sólo eran signos que yo interpretaba. De pronto me convencí que no era real, que yo no existía y mire una piedra y le tuve envidia. Me dije- la piedra es solamente, no tiene que preguntarse si es real a no, me gustaría ser como ella, sin pasado y sin futuro, para no tener que vivir con esta inseguridad de vivir con los Dioses muertos-.

Pero un día todo cambio, me levante y me di cuenta que algo me faltaba, recorrí con ansiedad la casa, no encontraba a mi perro por ninguna parte, recorrí las colinas, los bosques, los desiertos, lo mares, las montañas, las nubes, las estrellas y la nada. Cuando llegue a casa vi a mi perro tirado en la escalera. Había muerto. Yo lo mate al dejar de hablarle, al matar mi imaginación por no tener corazón y el valor de volar. Comencé a llorar e inunde las calles con mis lagrimas y la gente nadaba por mis tristezas, se formo un océano con barcos, muelles, peces y continentes. Mi corazón había vuelto, pero a qué precio?, mi perro que me cuido, que me dio comida y vestimenta, que me consolaba cuando estaba triste, él ya no estaba y no pude despedirme, era muy tarde.

Desde entonces me dedico a viajar por los continentes que creó mi llanto buscando emociones dolorosas y gozosas que me hagan recordar que soy un ser humano con anhelo de trascendencia y no una máquina para hacer dinero para los más ricos. A veces encuentro pistas de mi perro en el reflejo de los ojos de las muchachas que veo pasar entre la gente, cuando me enamoro fugazmente de ellas y las pierdo para siempre entre la multitud. Otras veces encuentro sus huellas en algunas canciones que escribo sobre lobos que le cantan a las nubes. A veces siento que cuando duermo está a mi lado y le hago cariño. Mi perro decía que cuando quieres a un muerto este nunca descansa, siempre está contigo construyendo futuro. Quizás no se nace con corazón, quizás este se va forjando solo a lo largo de la vida. Por eso he decidido amar al mundo, pero amarlo bien, amándolo con justicia, porque sé que mi perro o el árbol del vecino ayer o mañana fue o será mi amigo. Yo te he visto en el viento de los árboles y te veré en la próxima muerte. Hay que aceptar desaparecer para transformarse.

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