El patriarcado y el dolor somático

 

“Hay dolores en la vida tan grandes como el odio de Dios” decía el poeta Cesar Vallejo. A veces en nuestra rutina no enfrentamos a gran cantidad de estrés y ansiedad. Cuando esta energía no es canalizada suele causar dolor en distintas zonas del cuerpo.

A veces nos duele el estómago, el pecho, la garganta, la espalda o la cabeza.  Diversos factores relacionados con la alimentación influyen en el dolor. Consumir café, tabaco y azúcar en exceso contribuyen a tener más energía para cumplir con nuestras obligaciones laborales. Consumir alcohol o marihuana en exceso contribuye a relajarnos más para quitarnos el estrés de la semana.

Todas esas sustancias consumidas de forma excesiva producen diversas enfermedades. Detrás de ese consumo hay un paradigma y una psicología de vida impregnada hace siglos en la mente de las personas. A este paradigma le llamamos patriarcado. El patriarcado es la negación de mí mismo para ser aceptado por la sociedad. Su arma es la culpa. La culpa genera dolor en el cuerpo cuando sentimos que no nos esforzamos lo suficiente o mejor dicho, no nos negamos a nosotros mismo lo suficiente para ser aceptados por los otros.

Esta aceptación puede venir desde un niño que quiere que sus padres lo amen y en vez de pintar estudia matemáticas. Va desde el joven que se esfuerza por invitar a salir a una amiga indiferente.  O bien en el cumplimiento de normas y exigencias laborales para ser alguien importante. Todas estas situaciones destrozan el alma humana y producen dolores somáticos alrededor del cuerpo. Estos dolores crecen enormemente gracias a las sustancias adictivas que usamos para cumplir con nuestras rutinas.

Cada punto de equilibrio de nuestro cuerpo sostiene emociones y sentimientos. Hay mucha información no regularizada respeto a que significa cada dolor del cuerpo y suele confundir más de lo que ayuda. Pero lo que sí sabemos es que estos dolores son estimulados por situaciones externas a nosotros que no podemos controlar a las que le ofrecemos una patética resistencia, producto de nuestra vanidad: querer controlarlo todo.

A veces la persona que debió amarnos no lo hace, a veces se nos muere un ser querido, a veces nos forzamos a nosotros mimos para amar a alguien, a veces alguien no hace daño, etc. Cada vez que pensamos en esas situaciones o nos enfrentamos a esas situaciones el dolor de algunas zonas del cuerpo se vuelve cada vez más grande.

La cultura del esfuerzo patriarcal dice que podemos hacer un plan para que nos amen. Usamos el mismo principio que usaba el hombre prehistórico cuando por medio del su esfuerzo fabricaba una mejor lanza para cazar animales y defender a su tribu de otras, lo que garantizaba la sobrevivencia.  Nosotros pensamos que esforzándonos lograremos lo que sea, incluso esforzándonos de manera que nos negamos a nosotros mismos.

Cuando muere un ser querido la cultura patriarcal hace que esta persona, aunque no es te viva, viva en nosotros como un vigilante que no nos permite desarrollar la vida con más goce y placer. Como la persona está muerta nuestro esfuerzo consiste en castigarnos a nosotros mismos, negando la vida, viviendo con culpa, porque no queremos el muerto se vaya, no aceptamos que el muerto es un muerto y ya no está.

Así cada vez que nos esforzamos por amor, para que un muerto vuelva, por una rutina laboral de mierda, por controlar las cosas externas nos desesperamos y nos enfermamos. Los nervios poco a poco se aflojan, los usamos tantas veces dándole cabida a esos estímulos externos y pensamientos que rompen nuestra tranquilidad.  Ideamos un plan para cambiarlos a ellos y no a nosotros mismos, por lo que esas conexiones nerviosas se echan a perder.  Ahí surgen los dolores, algunos llegan a ser crónicos.

La solución para estos dolores es simple. Evitar los estímulos externos que nos generan dolor: como una pareja, amistades toxicas, gente desconsiderada, un ambiente laboral estresante, el recuerdo de un muerto, el recuerdo de un desamor. Incluso objetos o elementos que el inconsciente reconoció como parte de una emoción conflictiva: redes sociales, celulares, computadoras, lugares, músicas, etc…

Dependiendo de cada situación debemos realizar un ritual por el cual nos comprometemos a olvidar estas cosas por las que nos esforzamos y nuestra salud empeoro. Puede ser una carta que quemamos, puede ser bloquear a alguien que no hizo mucho daño, puede ser un largo viaje u ordenar nuestra pieza que es un reflejo de nuestra mente. Todas estas herramientas nos permiten borrar el pasado y abrir la vida hacia cosas nuevas que nos hagan sentir bien sin un esfuerzo de negarnos a nosotros mismos y traicionar nuestra propia esencia. Para después volver a realizar nuestra vida de forma armoniosa y natural.

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